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Marea roja en Yucatán: décadas de permisos y corrupción explotaron esta semana


Tomado de El Financiero
Tomado de El Financiero

Esta semana, las playas de Chelem y Chuburná Puerto amanecieron con decenas de peces muertos arrastrados por las olas. No fue una coincidencia, ni un accidente misterioso. Fue la consecuencia directa de un mar que se quedó sin oxígeno, asfixiado por un florecimiento de algas tóxicas que, como toda herida, empezó mucho antes de que se viera en la superficie.


En Yucatán, el agua dulce está tan cerca que basta con escarbar poco más de un metro para encontrarla. Durante siglos fue una bendición, la que alimentó pueblos y de la que bebían nuestros abuelos, limpia, fresca, viva. Pero esa cercanía también es fragilidad: todo lo que cae al suelo, jabones, detergentes, grasa, heces, se filtra rápido y llega al manto freático. Y ese manto no es un pozo aislado, es una red subterránea que conecta cenotes, manglares y, finalmente, el mar.


Durante décadas, la costa se llenó de torres, fraccionamientos y hoteles de lujo. Se taló la selva, se allanaron las dunas y se vendieron terrenos a precios de oro. Casi nunca hubo drenaje ni tratamiento real para las aguas residuales. Todo lo que se producía en esas construcciones, aguas negras, restos de químicos, detergentes, se infiltraba directamente en el acuífero.


Aparecen peces muertos en Chuburná Puerto (TeleSur)
Aparecen peces muertos en Chuburná Puerto (TeleSur)

Ese veneno viajó lentamente durante años, cargando el mar con más nutrientes de los que puede manejar. Y aunque la herida era invisible, este verano encontró las condiciones perfectas para reventar: temperaturas más altas, menos oxígeno disuelto y un mar sobrealimentado con lo que no debía. Así, en cuestión de días, el agua que hace unas semanas era azul se volvió rojiza, y el 11 de agosto amanecieron las primeras orillas cubiertas de peces muertos.


Peces muertos en Chuburná Puerto (HazRuido.mx)
Peces muertos en Chuburná Puerto (HazRuido.mx)

Lo que hoy vemos en Chelem y Chuburná es solo el capítulo visible de una historia que empezó mucho antes, escrita con permisos, omisiones y discursos de “progreso” que ignoraron la voz de la naturaleza. No es que no supiéramos lo que iba a pasar, es que decidimos mirar a otro lado porque la ganancia inmediata pesó más que el futuro.

Pero aún no es demasiado tarde. Se puede frenar si exigimos que no se den más permisos de construcción sin sistemas reales de tratamiento de aguas residuales, si se sanciona a los desarrollos que ya están contaminando, si se protegen las zonas de recarga del acuífero, si como ciudadanos consumimos con conciencia y apoyamos a quienes trabajan de forma limpia.


El agua es un espejo, nos devuelve lo que le damos. Y si hoy nos devuelve peces muertos, espuma tóxica y redes vacías, es porque en algún momento dejamos de verla como vida y empezamos a verla como un basurero invisible.


La buena noticia es que todavía hay agua que salvar, pero no va a salvarse sola.


Referencias:


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